Diagnóstico precoz y tratamiento adecuado, fundamentales para aumentar la esperanza de vida del gato con linfoma
El linfoma es una de las neoplasias más comunes tanto en perros como en gatos. Este tipo de cáncer afecta al sistema linfático y su origen radica en la proliferación maligna de linfocitos, un tipo de glóbulo blanco de la sangre. Los tumores suelen surgir en tejidos linfoides como los ganglios, el bazo o la médula ósea, aunque realmente pueden aparecer en cualquier tejido del cuerpo.
El linfoma más frecuente en los gatos es el alimentario o digestivo, por lo que los síntomas se relacionan con la pérdida de peso y de apetito, vómitos y diarrea. En todo caso, la sintomatología depende principalmente del tipo de linfoma y de la extensión de la enfermedad. No existe predisposición según la raza, aunque los linfomas alimentarios son muy comunes en gatos mayores mientras que los mediastínicos son más frecuentes en gatos jóvenes positivos a leucemia1.
La detección precoz es fundamental para la supervivencia
Al igual que los gatos, los perros también sufren de linfoma. El tipo más frecuente es el multicéntrico2, que se caracteriza por el aumento generalizado del tamaño de los ganglios linfáticos. Afecta, sobre todo, a perros de edad media y avanzada y, aunque cualquier tipo de perro puede padecer esta enfermedad, existen razas con mayor predisposición como son los Boxers, Cocker Spaniel y Golden Retriever3.
Los síntomas más comunes son decaimiento, anorexia y, en ocasiones, dificultad respiratoria por compresión de la vía aérea por parte de los ganglios linfáticos mandibulares. En otros casos, no presentan síntomas y el hallazgo del cáncer se produce de una forma casual durante una exploración.
Debido a que existen diferentes factores genéticos, ambientales, infecciosos y de tipo inmunológico que causan los linfomas en ambas especies, es muy complicado prevenir su desarrollo. Sin embargo, el diagnóstico precoz juega un papel muy importante. Es fundamental que los cuidadores lleven a sus mascotas al veterinario de forma rutinaria para que se realice una exploración minuciosa, donde se puedan detectar signos clínicos, tales como el aumento en el tamaño de los ganglios o pérdida de peso. De la misma manera, es importante incidir en la necesidad de realizar chequeos periódicos en mascotas mayores de 8 años donde se incluyan, además de una exploración clínica, la realización de pruebas diagnósticas como analítica de sangre, radiografías o ecografías. De esta forma, podemos diagnosticar el linfoma y otras enfermedades de manera precoz y pautar un tratamiento oportuno.
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